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Explorando Ecuador y su Ruta del Sol

gigorlu

Actualizado: 18 abr 2019

Del invierno al verano: Guayaquil


Montevideo, un martes 6am, 5 ºC, invierno y un equipo viajero a punto de emprender vuelo. Seis horas después, llegamos a Guayaquil, nuestro primer destino. 


Al llegar al aeropuerto José Joaquín de Olmedo International Airport, claramente habíamos dejado atrás el frío montevideano, para empezar a descubrir el calorcito ecuatoriano.


Nos hicimos de nuestras mochilas. Tomamos un taxi, de los que están en la entrada, para que nos llevara hasta el Malecón 2000 por USD 5 y en unos pocos minutos llegamos a nuestro hostel, el Manso .


Sabíamos que el aeropuerto estaba cerca del centro turístico de la ciudad, pero nunca me imaginé que tanto.

En el camino me armé mi primer impresión: una ciudad grande, al borde de un río, con mucho tráfico y estudiantes universitarios en abundancia.


Después de instalarnos en el hostel salimos a recorrer sin ningún plan. Serían las cuatro de la tarde. Muchos niños saliendo de la escuela, muchos autos, caos. 



El primer lugar que visitamos fue la Plaza de las Iguanas "Rockeras". Lo de rockeras es nuestro. Pasa que llegamos y las primeras que vimos estaban moviendo sus cabezas de arriba a abajo como rockero feliz en medio de un concierto de grunge. Les faltaba la melena. Más allá de la broma, llegamos a la plaza y nos asombró la cantidad de iguanas. 


Están por todos lados. Interactúan con grandes y chicos como si fuera su habitat natural. A los recién llegados nos observan fijo, y cuando te detienes a mirarlas, arrancan a caminar hacia vos o hacia cualquier otro lado.



Las iguanas corren. Corren rápido. Después de verlas moverse y correr, no pude evitar sentir que cada vez que caminaban iban a empezar a correr hacia mí.

No tienen dientes. Los niños les dan de comer lechugas. Hay iguanas viejitas e iguanas muy jóvenes. 


El hostel estaba frente al Malecón Simón Bolivar, un espacio reciclado con muchos munumentos, intervenciones artísticas, espacios con juegos para niños, cafeterías y muelles sobre el río Guayas.



Era martes a la tarde, un día cualquiera bastante nublado y la cantidad de gente caminando, sentada conversando, de jóvenes siendo jóvenes y de niños jugando, era enorme. No hablo de turistas, hablo de locales. Sentí que realmente disfrutan de ese espacio. Es un punto de encuentro para los Guayacos. 


Es un malecón especial. No es igual a nuestra rambla, ni igual al malecón de La Habana. Es una demostración del uso eficiente del espacio. Es un espacio generado por encima del nivel del rio, que debajo tiene lugares de estacionamiento controlado. Es un lugar vallado, abierto durante el día y cerrado por la noche. Existe mucha presencia policial. Algo así como una burbuja que intenta aislar, amparar, a esa zona de la ciudad de si misma.


Guayaquil es una ciudad enorme. No me había dado cuenta hasta que subimos al faro del Cerro Santa Ana. Las construcciones se extienden hasta donde llega la vista. No hay tantos edificios de alto, si muchas casas de contrucción sencilla muy coloridas. La vista mejora a medida que se asciende. El camino está marcado para que vayas por la escalinata principal de más de 400 escalones. Ésta es otra zona recuperada de la ciudad.




Comenzamos a subir por una entrada alternativa, y ascendimos hasta que un guardia militar nos reorientó a la escalinata principal (la que tiene los escalones numerados).


Lo mejor de haber tomado el camino equivocado fue la cantidad de fachadas y balcones coloniales que vimos. Balcones multicolores. Balcones llenos de plantas. Balcones transformados en bares.




Estuvimos rato en la cima del cerro. Tanto que lo nublado se fue dispersando hasta dejar ver el sol, por lo que decidimos esperar el atardecer, tomándonos nuestras segundas cervezas ecuatorianas en un bar cerca del faro.


 

Entrada la noche decidimos volver al hostel. Al bajar el cerro nos percatamos que muchas de las casas coloridas que vimos al subir, resultaron ser lugares bailables que ya estaban prontos para empezar la faena.


A esa hora el malecón estaba empezando a quedar vacío y todas las tiendas de la calle principal estaban cerradas, ni un restaurant abierto, poco tráfico. El ying y el yang con la misma calle a las cuatro de la tarde.


Cuando llegamos al hostel nos encontramos con que había corte de energía eléctrica no programado que afectaba a media cuadra de edificios y había para rato para que quedara solucionado.

Conversando con los chicos que trabajan en el hostel y algunos amigos de ellos, nos fuimos a cenar todos juntos y a conocer la noche de martes en Guayaquil.


Picamos y tomamos algo en La Culata, una picanteria típica ecuatoriana. La reunión dio para conversar de mucho, desde la vida del estudiante que se muda a la gran ciudad para ir a la universidad, pasando por las carencias del sistema educativo, hasta el intercambio musical uruguayo-ecuatoriano. Tanto conversamos que seguimos tomando en otro bar, recomendado por ellos, el Kruger Rock Bar, el mejor bar de rock de Guayaquil y el único que estaba abierto un martes a esa hora. Si fuera ecuatoriana diría: "se pasó bacán".

Intercambiar ideas y sentirte identificado con personas de otros lugares , pasar de no tener nada en común a darte cuenta que sobre las mismas cosas opinas de la misma forma o muy distinto y puedes discutir al respecto, debe ser una de las experiencias más enriquecedoras (de todas las experiencias enriquecedoras).

Fue una gran despedida para Guayaquil, ya que a la mañana siguiente seguíamos camino.


Montañita


A la mañana siguiente salimos para la Terminal de Buses de Guayaquil, que está a 10 minutos del centro, al lado del aeropuerto. Buscamos la compañía de buses que tuviera horario de salida más próximo para Montañita, y compramos boletos en CLP por USD 6 cada una. 


En unas 3 horas y media horas estábamos bajando nuestras mochilas en Montañita. Nos hospedamos en Esperanto Hostel, un hostel no tan céntrico y con una linda terraza con vista a la playa.



Llegamos con llovizna, pero no nos importó. Dejamos las mochilas y directo a la playa. Con el clima como estaba, si bien hacía algo de calor, no invitaba meterse.


Nos dedicamos a caminar y explorar Montañita.







La bruma lo cubrió poco a poco todo. Lloviznó y paró. Algunas familias estaban en la playa, tomando jugos, conversando, algunas se bañaban. 


El agua es de un color azul oscuro, pero transparente. Las olas rompen tranquilas, con espuma blanca. 

Muy pocos tenían sus tablas. El oleaje no era el mejor.

Después de recorrer la playa, buscamos donde almorzar. Era bastante tarde y no habíamos comido nada desde la mañana temprano.


La primera impresión del pueblo, fue como tener un deyavú con Phi Phi Town, en Tailandia. Un pequeño pueblo que crece en forma explosiva y desordenada a demanda del turismo. Colorido. A disposición del viajero.





Me llamó la atención, que así como nosotras, muchas familias llegaban ese día. No eran extranjeros, sino ecuatorianos que llegaban en familia grandes. Conversando con algunos comerciantes, nos enteramos de que en agosto existen varios días feriados y los ecuatorianos aprovechan a salir en familia y se llevan hasta la suegra. 


Después de almorzar y recorrer un poco el pueblo nos volvimos al hostel a leer y disfrutar de la terraza. Había muy pocos huéspedes ese día.

De noche salimos a cenar y vimos otra Montañita, la que todos mis amigos me contaban, la de música en vivo y gente sentada en las calles tomando y conversando. La de los boliches. 


Cenamos en la calle de los cocteles y nos quedamos por ahí, para después entrar a algún boliche. Vimos que un chico argentino repartía volantes y estaba invitando a un boliche que iba a tocar una banda en vivo, juego de karaoke y había happy hour de tequila hasta tarde. Se puso muy bueno. Aunque al regreso al hostel lo hicimos bajo lluvia y bastante "contentas"..


A la mañana siguientes desayunamos en un local que vendía panes y café. Si mal no recuerdo, desayunamos ambas por USD 3. Mientras desayunamos reorganizamos nuestro itinerario. Considerando que según los pronósticos iba a seguir lloviendo, decidimos seguir adelante y aprovechar los días en la Sierra. Así que hicimos el check out y tomamos un bus por la carretera principal hacia Puerto López por USD 2 cada una.


Puerto López


En una hora estábamos llegando a Puerto López. La lluvia había parado. Nos quedamos en Hostel del Mar. Ese día nos dedicamos a recorrer el pueblo, que no es grande. Tiene calles de tierra y todas conducen al malecón. Una obra apenas terminada, que conecta los dos extremos de la ciudad, enmarcado entre dos puentes.  A lo largo del malecón pueden encontrar distintos barcitos que a la noche ponen música y se especializan en jugos, salchipapa y papipollo, el concepto ecuatoriano de la comida rápida, muy sabroso.



De mañana bien temprano, funciona el mercado local. Los pescadores llegan con la pesca del día y ahí se da todo. Mucha gente va a desayunar. Es donde más barato se come.

 

Sin haber pasado tanto tiempo en Puerto López, puede sentirse como el malecón es un punto de encuentro tanto para locales, sobre todo los adolescentes, y viajeros que llegan a la ciudad.




La playa es enorme y limpia, pero ese día estaba casi desierta. Unas pocas almas caminando y casi ninguna en el agua.  


Puerto López era todo nuestro.




Esa tarde decidimos ir a la Terminal de buses para averiguar de como llegar a Baños, nuestro próximo destino.


Llegar fue toda una aventura educativa. 


Al llegar al final del malecón (hacia el norte) encontramos el comienzo del "camino de la enseñanza", así lo llamamos. Todo comienza con el fósil de una ballena y desde ahí comienza una serie de carteles informativos acerca de vida y obra de las ballenas a lo largo de un largo camino que lleva a la carretera. 


Desde ahí caminamos a la terminal. Parecía que no llegábamos más. Fueron los 3 kms más largos por lejos. Fuimos caminando por la ruta, que por cierto tenía mucho tránsito pesado, y no veíamos ningún cartel de si ibamos en la dirección correcta, hasta que llegamos a la terminal.


De regreso tomamos un mototaxi por USD1 que nos llevó de vuelta a la ciudad. Nos dejó frente al supermercado Tía, donde hicimos compras para el día siguiente, porque nos ibamos a visitar el Parque Nacional Machalilla y pasar el día en Los Frailes.


Los Frailes


La mañana siguiente amaneció nublada, pero no nos importó. Salimos a la carretera y nos tomamos bus a la entrada del Parque por USD 2. Son 10kms los que separan Machalilla de Puerto López, por lo que en unos minutos estábamos en la entrada. 


Desde ahí nos registramos en el ingreso al Parque y comenzamos a caminar. 

Fuimos por el camino largo, para caminar por la costa, pasando por los miradores antes de llegar a Los Frailes. El camino está bien señalizado. 


Los Senderos existentes

Nos llevó por varios tramos de ascenso sin dificultades para conducirnos a la primera parada, una playa solitaria sin olas y arena oscura.



Ningunas de las playas previas a llegar a Los Frailes están habilitadas para baños. Sin embargo, nos encontramos con un chico chileno que estaba haciendo snorkel y esperando ver tortugas marinas, a pesar de las prohibiciones.





Sacarse los zapatos de trekking, mojarse los pies en una playa desierta y escuchar el silencio, hace que cualquier caminata valga la pena.


El camino nos llevó a un mirador con unas vistas espectaculares. Para completar el panorama, salió el sol! La luz resaltó los colores del mar y su fondo, volviendo todo, un poco más azul.





En la próxima playa nos quedamos tomando sol un rato y comiendo frutillas.





Antes de llegar a Los Frailes, nos topamos con un cerro las mejores vistas de la playa. En la cima hay un mirador 360°.


De camino nos cruzamos con varias familias que también estaban yendo a disfrutar de la vista.




De llegada a Los Frailes, quedé maravillada con la playa. Es enorme, sin olas, perfecta. Había relativamente poca gente para ser días de feriados en Ecuador. 


Nos sentamos a descansar. Al lado nuestro había una familia europea que jugaba al frisbee de una manera muy competitiva. Corrimos al agua. Estaba entre tibia y refrescante. 

Almorzamos sandwiches y frutillas. Las mas grandes que he visto.


Podría decir, que un día de playa así "es la vida que todos nos merecemos".






Salimos a caminar hasta la otra punta de la playa. Ahí nos encontramos con nuestro solitario amigo chileno otra vez. Nos pusimos a conversar. Nos convidó con piña, la mas dulce que haya probado.

El Parque cierra a las 17hs, por lo que a las cuatro y media de la tarde y con el sol en lo alto, arrancamos a esperar algún bus que nos llevara a Puerto López. 


Ya en el hostel, muy satisfechas por la caminata y el día de playa (a pesar de que nos olvidamos del protecto solar y el sol hizo estragos en nuestras caras y brazo), preparamos un mate y nos pusimos a conversar con el chico uruguayo que estaba trabajando en el hostel. 


Creo que le alegramos la tarde, porque hacía tiempo no tomaba (llevaba como dos años viajando). Fue genial cuando al primer mate, nos dijo: ¿que yerba están tomando? ¿Baldo no? Esa pregunta es tan de uruguayo, que me emociona. Conversamos un rato largo, de todo, de su experiencia como viajero, de las novedades de Uruguay, de su visión de Ecuador. 


Isla de la Plata


Al día siguiente, nos levantamos temprano para tomar tour a la Isla de la Plata.

Nos pasó a buscar Javico, nuestro guía. Un ecuatoriano de cuarenta y tantos con unas rastas que le llegaban a las rodillas. Todo un personaje. Fuimos caminando y conversando hasta que llegamos al muelle. 



De camino a Isla de la Plata, vimos barcos "piratas", que según Javico son los barcos que pescan sin permisos. No son pescadores artesanales como los que surten a Puerto López, sino que pescan en grandes cantidades.



Llegando a la isla nos recibieron las tortugas Carey, que son tortugas marinas gigantes que viajan a ésta zona para su apareamiento y anidación.



La caminata comienza en la ruta hacia los acantilados. Existen varios senderos, pero cualquiera de ellos debe hacerse acompañado de un guía oficial. La isla es parte del Parque Nacional Machalilla y un área protegida.

En el camino vimos muchas lagartijas y aves que sobrevuelan la isla. La vista desde el mirador de los acantilados es de película. 


La historia de la isla es bastante triste, por como se la ha tratado a lo largo del tiempo sin valorar la riqueza de flora y fauna que ahí vive o que, por el lugar estratégico donde está, viajan hasta ahí para asegurar su supervivencia, reproduciéndose. Así es, la isla de la Plata está estratégicamente ubicada donde las corrientes frías y cálidas del Pacífico se mezclan y eso hace que la temperatura del agua y el clima sea apto para que muchas especies se apareen. 


No es una isla volcánica, sino que se surgió hace millones de años como un desprendimiento de tierra continental. No existe agua dulce. Eso hace que su vegetación sea mucho menos verde que en otras partes. Sobrevivió allí la vegetación, plantas y árboles que lograron adaptarse a lo agreste del clima y soportaron los arrazos que sufrió la isla. Es la casa del Palo Santo, un árbol con muchas propiedades curativas y sobretodo ........ sirve de repelente para los mosquitos! 


Javico liderando el grupo






En la caminata nos empezamos a cruzar con distintas aves que habitan la isla. Vimos muchos piqueros de patas azules. Siempre están de a dos. Son de los pájaros que eligen una única pareja durante toda su vida. Sus patas azules son su distintivo.



La isla también es hogar de los pájaros Fragata, unas aves enormes que hacen nido en la copa de los árboles como comunidades. Son expertas pescadoras en el mar. Verlas desplegar sus alas es un espectáculo, sus alas extendidas pueden llegar a medir 2 metros.



Muchos dicen que Isla de la Plata es la isla de los pobres, porque la comparan con Galápagos y es mucho más fácil y barato llegar a ella. No he estado en galápagos, pero de todo lo que vi en la isla no creo que sea para los pobres, yo diría mejor, que es la isla de los privilegiados que podemos ir y estar a centímetros de especies únicas. 

Desde la isla pueden verse ballenas.


El tour incluye el almuerzo y mucha fruta (piña, bananas, sandía). Después de la caminata y el almuerzo fue el tiempo para hacer snorkel, antes de emprender la retirada.

En el camino de regreso tuvimos mucha suerte. Navegamos entre las ballenas, que nadaban a centímetros de nuestro bote, pasaron por debajo y nos dejaron maravillados. Se escuchaba su llamado.

En ésta zona se aparean las ballenas jorobadas. 


Verlas me emocionó. Son majestuosas. Parece loco como animales de casi 20mts de largo y 40 toneladas de peso, verdaderos armatostes marinos, se mueven en el agua como si fueran un pez de 10cm. Es ahí cuando es inevitable pensar en lo sabia de la naturaleza, su perfección. 

Avistamos muchos ballenatos acompañados de su madre y otra ballena cuidadora. 





El mar estaba movido al regreso, parecía una alfombra azul que alguien estaba sacudiendo, pero poco importaba en ese momento.  Al rato llegamos a Puerto López, conmovidas por todo lo vivido un día de sol. Esa misma tarde nos ibamos a Baños, teníamos que combinar 3 buses para llegar a la mañana siguiente.


Piques:


- En toda la Ruta del Sol no van a encontrar cerveza artesanal. Las cervezas nacionales son la Club y la Pilsener.


- Una cerveza nacional (en lata) en un supermercado puede salir de USD 1,20 a USD 1,75. En los bares la encuentras desde USD 2,5 a USD 4.


- La corriente eléctrica en Ecuador es de 110V. Siempre es bueno llevar adaptador. 


- En Montañita se puede comer bien por USD 8 a USD 10 para dos personas.  en un restaurante. Comidas al paso o en puestos en la calle se puede comer por USD 3 por persona.


- Si visitan los Frailes por su cuenta, no olviden llevar protector solar. Aunque esté nublado!!!!!!!!!!!


- Los tours a Isla de la Plata, en ésta epoca hay que reservarlos con tiempo o en cuanto llegues a Puerto López. Hay mucha demanda. Nosotras lo contratamos en nuestro hostel por USD 40 por persona.

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Hola! Soy Luján
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Una uruguaya, de profesión eterna estudiante, que eligió del viajar un estilo de vida.

Hace un tiempo me vinieron ganas de contar en un blog sobre mis experiencias, las sensaciones, la música y la gente que he conocido. También tomo fotos, que les iré compartiendo.

Los invito a mochilear conmigo.

 

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