Llegar a la Sierra: Baños
Desde Puerto López viajamos a Jipijapa. Llegamos a la terminal de buses en mototaxi. Eran las 18hs y el bus a Jipijapa se estaba yendo. "Nos vamos" Nos vamos", gritaba el guarda del bus. Corrimos con nuestras mochilas para lograr subirnos. Una vez arriba del bus, esperamos.
No podíamos creer que estuvimos a "esto" de perder el bus (y por ende las conexiones para llegar a Baños temprano a la mañana siguiente).
Todo iba a salir bien.
Una hora después el bus nos dejó en el lado de afuera de la terminal de buses de Jipijapa.
Llegamos a Guayaquil a eso de las 22hs y tuvimos que hacer tiempo para tomar el próximo bus a Baños. Salimos a las 23hs en Transportes Baños. Un bus muy cómodo, en el que me senté y me dormí. El sol me despertó casi llegando a Baños, a eso de las 7 de la mañana.
Preguntamos a unos vendedores de la terminal de buses para donde quedaba nuestro hostel, Great Hostel Backpackers Los Pinos, y comenzamos a caminar.
Las calles estaban desiertas, como si no hubiera nadie. Todas las tiendas y comercios cerrados, hasta que pasamos por la plaza principal. La iglesia estaba desbordada de gente. Mucha gente asistiendo a la misa de los domingos.
En el hostel hicimos un poco de tiempo. Conocimos a un profesor universitario con el que nos pusimos a conversar. Era arquitecto de profesión con una especialización en administración. Curioso de la antropología y el comportamiento organizacional. Alguien con quien charlar de arquitectura, economía y política de Ecuador y Amércia Latina. Me sentí en una clase de facultad, de las buenas, de las que te atrapan. Una charla que solo me re-confirmó lo vocacional de la profesión de educador. No todos tenemos ese don.
A media mañana salimos a explorar el pueblo, con el sol brillando, ni una nube y un cielo celeste. Las primeras impresiones fueron la de un lugar especial, no solo por lo colorido, sino por la gente. En el camino nos cruzamos con varias personas y todas nos saludaron, como si fueramos locales. "Buenos días" a lo que respondíamos "Muy buenos días".
El mercado estaba abierto y repleto. Familias enteras desayunando. Un desayunos muy distinto al nuestro. Algunos desayunaban seco de pollo, o carne de cerdo con papas, o encebollado.
Nosotras fuimos por unas empanadas fritas con banana y jugo de guanábana. Las empanadas tienen la misma masa que nuestras tortas fritas, pero luego de amasadas se le pone un poco de banana en el medio y se doblan. Esto se cierra y se lleva a freir. Se le puede poner azúcar por encima.
El desayuno que nos merecíamos después de tantas horas de viaje.
Caminamos sin rumbo. Exploramos. Cada rincón de Baños era más lindo al anterior.


Preguntamos donde tomar el bus a la Casa del Árbol, un lugar del que habíamos visto y leído muchas cosas. Teníamos claro que queríamos visitarlo y ver con nuestros propios ojos si efectivamente existe un columpio con vista al fin del mundo.
El bus se toma en la esquina de Rocafuerte y Pastaza. Es un bus azul. Se llena, porque es el medio de transporte tanto para quien va a la Casa del Árbol como para las familias que viven en el camino hacia allí y bajan al pueblo por provisiones. El ticket sale USD 2 por persona.
Después de un ascenso pronunciado, en unos 30 min estábamos en la entrada de la famosa Casa. El ingreso cuesta USD 1. Un precio marginal para lo que te regala el lugar, una vista de las sierras que te deja con ganas de más.
Es un lugar turístico, es verdad. Va a estar lleno de gente siempre, con sol o sin sol, con lluvia o sin luvia. Van a tener que hacer fila para hamacarse, pero créanme vale la pena. La sensación de vaivén, el viento en la cara, la idea de vacío, que te empujen en la hamaca como cuando eras chico, es liberador. Muy liberador.
Nos tocó un día soleado, pero de a rato lloviznaba. Cuando salía el sol, el azul del cielo era indescriptible.

Al regreso, tomamos el bus de las 16hs y nos bajamos en la carretera para visitar el mirador Bellavista. Nos habían dicho que la vista desde ahí era muy linda. Después de 10 minutos de caminata por un camino vecinal llegamos al mirador.
Quienes nos recomendaron que fuéramos tenían razón, la vista no tiene desperdicio, aunque el viento sopla fuerte allá arriba.

Para volver al pueblo, decidimos bajar por el sendero de la ladera del cerro. Una bajada pronunciada de unos 45 minutos. No hay tanta señalización. En un parte el camino se bifurca y no hay cartel que indique el camino a seguir. Nosotras tomamos el camino equivocado, hasta que nos dimos cuenta que no estábamos viendo bancos de jardín. Si. El camino correcto tiene bancos de jardín que están dispuestos a lo largo del camino.
Ahora que lo pienso fue muy divertido bajar. Por la vista que te regala el sendero y porque un poco me desafié físicamente. Desde siempre la torpeza física me ha acompañado, a veces llevándome a negarme a exponerme físicamente. Pero ésta vez fue diferente, ésta vez "quise poder bajar" y pude.
Después de la caminata volvimos al hostel a por merecidas duchas y descansar el cuerpo.
El día siguiente salimos en busca de aventura. Fuimos al centro en busca de promociones de canopy. Terminamos contratando tour con Puentzan, un canopy con un recorrido de 2kms en 6 tramos entre las sierras.

Nunca antes había hecho canopy. Mi contacto con deslizarse a través de un cable, impulsado por tu propio peso, no había pasado nunca de ver a otras personas hacerlo y sentir nervios.
Hasta ese día, no me había animado. No porque me pareciera inseguro, sino mas bien por miedo. Un miedo que estaba dispuesta a vencer. Si el día anterior había bajado sin problemas por un sendero con dificultades, estaba pronta para el canopy.
No lo pensé. Me tiré.
Un segundo después: cosquillas en la panza, viento en la cara, paisaje desde una perspectiva que nunca había visto. Fue genial. Quería más.
No cerré los ojos ni por un momento. Tirarme en posición superman, me convirtió en pájaro por 500 metros. Grité.
Si me piden que describa la experiencia, que puedo decirles? No sé. Canopy fue sentirme segura y no tener el control. Una experiencia que repetiría? Si, una y más veces. La recomendaría? Por supuesto.
Con la adrenalina al mango, volvimos al pueblo. Fue apenas llegar para que empezara a llover. Llovió toda la tarde y noche.
Esa noche cenamos en el hostel. Era noche de cena gratis. Compartimos la pasta con pesto con Natalie, nuestra compañera de cuarto. Una viajera estadounidense con un español muy bueno, con la que teníamos muchas cosas en común y opiniones compartidas.
Al tercer día, llovía pero no no detuvimos. Fuimos al centro nuevamente para alquilar bicicletas y hacer la Ruta de las Cascadas. Nuestra idea inicial era recorrer los 60kms de ruta hasta llegar hasta Puyo, pero sin presiones.
Si nos sentíamos cansadas o la lluvia era demasiada, nos volveríamos.
El alquiler de las bicis fue de USD 5 por bici bici hasta las 17hs. Unas 5 o 6hs.
La ruta es sumamente accesible. La mayor parte del recorrido es en bajada y bordeando las sierras. Hay tránsito pesado, de camiones, pero nos sentimos superseguras, nos respetaron como ciclistas en todo momento. Existe bicisenda bien señalizada.

Lo mejor, además del viento en la cara, es que puedes ir parando en cada saliente o mirador con la bici y disfrutando de la vista a las sierrras que bordean el Río Pastaza.
Recorrimos la cascada de Agoyan, la del Manto de la Novia y luego llegamos al Pailón el Diablo.
Según nuestro mapa habíamos recorrido 18kms y estábamos llegando al Pailón del Diablo. Nos dimos cuenta por un cartel, pasamos un puente y llegamos a la entrada. A lo que sería la primer entrada. Una vez en la cascada te das cuenta que puedes tener dos perspectivas del salto de agua, una desde abajo y otra desde arriba, pero para ésta segunda hay que ir por otro lado.
El Pailón desde abajo
Para llegar a la cascada caminamos menos de media hora en bajada, por un sendero escalonado en piedra, entre la vegetación y bordeando la montaña. La gente iba y venía por el mismo camino. Si bien el camino (al regreso) es algo empinado mucha gente mayor daba su mejor esfuerzo.
Hay que pagar un ingreso de USD 2. Poco a poco vas escuchándolo. El sonido cada vez se hace más intenso, hasta que de un momento a otro, la cascada se te presenta frente a vos. Tenes que elevar la mirada y es ahí cuando tranquilamente podrías preguntarte: Quién abrió la llave de ésta canilla gigante?

El agua se desploma desde 80 mts en un chorro por momentos perfecto y por momentos desordenado. La sensación es de curiosidad y miedo. Cuanto más abajo del chorro estás, te da la sensación de que en cualquier momento el chorro se va a desviar, empapar, sacarte de las escaleras y mandarte directo al agua. El agua se desploma con una fuerza imparable y con un sonido constante. Estar en Pailón es tranquilizante.

El Pailon desde arriba
Después de estar un rato contemplando el Pailón decidimos ir en busca de la otra entrada para verlo desde arriba. Buscamos nuestras bicis y preguntamos instrucciones para llegar.
Este paseo lo llaman la Isla del Pailón. Consiste en una reserva ecológica que une al Río Pastaza con el Río Verde por medio de un puente colgante. El ingreso es por una vertiente superior del río, que desemboca en el Pailón. Hay que volver a pagar in ingreso de USD 2,5, pero realmente vale la pena. La vista desde el puente es fantástica.
También es posible bajar hasta estar abajo del chorro. Algunas personas toman baños ahí, con el agua del Pailón. Nosotras no nos bañamos, no por falta de ganas, sino porque el agua estaba helada!
De regreso almorzamos unos choclos asados y nos tomamos uno de los camiones que te devuelven al pueblo por USD 2 cada una. Subimos nuestras bicis y en quince minutos estábamos de nuevo en Baños.
Ya en el pueblo fuimos al Puente San Francisco para que la Reina cumpliera una de sus metas extremas, tirarse en bunge. Fue uno de los momentos de más adrenalina de todo el viaje.
Mientras le daban las instrucciones, y como para calmar mis nervios (era la única nerviosa en ese puente en realidad), me puse a contemplar la vista del pueblo desde el puente.
Verla tirarse me dejó sin aliento. Estaba ahí y de repente se tiró al vacío. Gritó y sentí que el corazón se me caía a los pies. Me asomé al borde del puente y por unos segundos no respiré. Miré y no estaba. Grité: "Reina", no la veía. Un segundo, dos y apareció. Respiré.
Sentí ganas de llorar.

No sé si estar ahí y verlo desde afuera impacta más que tirarse, pero esa experiencia me dejó en claro algo, este tipo de deportes no es para cualquiera.
Nunca la había visto tan feliz a mi amiga, como después de saltar. Tenía una sonrisa de oreja a oreja. Generó adrenalina como para compartir.
Fue un día de experiencias fuertes. Después de eso y con la adrenalina al mango, devolvimos las bicis y nos fuimos a probar postres ecuatorianos.
De regreso al hostel, preparamos mate y se nos unieron Natalie, nuestra compañera de cuarto que esa noche se iba para la costa y María Luz, una chica argentina que había llegado al hostel esa mañana. Nos conocimos de casualidad cuando otro de nuestros compañeros de cuarto la confundió conmigo.
Conversamos un montón y se generó tan buena onda que salimos a cenar todas juntas al centro de la ciudad. El final perfecto para un día lleno de aventuras, adrenalina y nuevos amigos.
Latacunga
Al otro día nos levantamos temprano y salimos en busca de un bus que nos llevara a Latacunga. Una ciudad a los pies del volcán Cotopaxi, que sirve de base para visitar uno de los lugares que más me ha sorprendido hasta el día de hoy, de entre todos los que he visitado: la Laguna de Quilotoa.
Salimos en un bus a las 8am con destino a Ambato. Allí cambiamos de bus y antes del mediodía estábamos en la rotonda de ingreso a Latacunga, a unos 7kms del centro.
Teníamos dos opciones: caminar los 7kms con nuestras mochilas o tomar un taxi que nos llevara hasta nuestro hostel, Café Tiana.
Decidimos tomar un taxi. Negociamos el precio, sin mucho éxito. El viaje nos salió USD 5.
Tan perfecto que asusta: Laguna de Quilotoa Dejamos nuestras mochilas y decidimos negociar con el mismo taxista para que nos llevara a la Laguna. Considerando la hora a la que llegamos, de esperar un bus local no íbamos a poder hacer el recorrido ese mismo día. Pagamos USD 25. Sé que podríamos haber sacado el viaje por menos, pero sin quererlo tuvimos un gran guía turístico.
La hora y media que duró el trayecto conversé un montón con el taxista y de ahí me enteré que Ecuador es famoso por sus rosas, que en la zona de la sierra es donde se producen, que hoy por hoy es el 3er productor mundial (pero supo ser el primero), que el aeropuerto de Latacunga es exclusivo de carga para la exportación de rosas y otros productos, que los platos favoritos de los ecuatorianos para fin de año son el cordero y el cerdo asado con papas y como esas cosas muchas más.
Por si fuera poco, nos mostró los lugares con mejores vistas de las sierras. Paramos para sacar fotos.
El camino fue en ascenso, por carreteras con muchas curvas, pero en muy buen estado.

Cuando llegamos a la Laguna, almorzamos en uno de los restaurantes que están en el pueblo. Ganamos fuerzas con un rico locro de papas y un seco de pollo y arrancamos la caminata.
La vista desde el mirador, la primera impresión, me dejó de boca abierta. No se parece a nada que haya visto antes, es mucho más lindo.
Los colores son muy intensos. Si mantienes la vista fija en una parte de la laguna, de un segundo a otro con el paso de una nube, puede convertirse en un lugar totalmente distinto.
Esos colores maravillosos que reaccionan a la luz del sol, son producto de la cantidad de minerales que hay en el lago.

La Laguna de Quilotoa es tan única como su origen, cuando un volcán hace menos de mil años colapsó y se desmoronó su cráter al momento de una erupción, eso dio lugar a un lago tan profundo como las entrañas del volcán. En los bordes tiene una profundidad de 200 metros y en el centro se dice no tiene fondo. En el verano la gente de Quilotoa y Latacunga baja a tomar baños y acampar a orillas del lago.
No es posible pescar porque por la cantidad de minerales no hay peces. Solo algas que crecen cerca de los bordes.
Desde la cima del cráter a 3.900mts de altura sobre el nivel del mar, para descender al lago hay un descenso de unos 45 minutos por un sendero de arena volcánica.
Bajar es resbaladizo por lo empinado del terreno.


Mientras bajábamos conocimos a Marta, una ecuatoriana jubilada (más no retirada) con la que nos pusimos a conversar y nos servíamos de aliento una a la otra. En el camino nos convidó con caramelos de jengibre, que nos sirvió mucho para adaptarnos a la altura y mantener nuestra respiración.
Estando abajo, el clima cambia mucho. Hace más calor, y no hay viento.
Cerca del lago, hay un puesto improvisado que vende bebidas. Nos sentamos a compartir un trago con Marta y su marido. Nos invitaron un trago típico de las sierras, el canelazo. Es un trago dulce que se toma caliente y puede llevar alcohol o no. Nosotras lo pedimos con caña.
Doy gracias de haberlo tomado, estoy segura que ese trago y los caramelos de jengibre me dieron la fuerza para subir caminando ese sendero.
Mucha gente sube en burros, pero nosotros queríamos la experiencia de hacerlo por nosotras mismas.

Habremos demorado una hora y media en subir . Es un repecho empinado, con arena volcánica que lo hace resbaladizo. Por momentos se te acalambran las piernas del esfuerzo.
Caminar en altura no es cuestión de rapidez, sino de control de respiración y constancia. Un paso a la vez y descansando cuando el corazón parece que se te va a salir.
Así fue que llegamos a la cima, dejando atrás Marta, a la que prometimos volver a vernos.
Volvimos a Latacunga en bus. Una camioneta por USD 2 nos llevó a la ruta y justo estaba por salir un bus. En unas dos horas estábamos de regreso, muy cansadas, llenas del polvo, pero orgullosas de nosotras por haber podido. Una vez más nos desafiamos y superamos.
De regreso en el hostel tuvimos nuestro primer encuentro con el Cotopaxi.

Al llegar al hostel, teníamos que hacer el ceck in. Justo atrás de la recepción había un cartel que decía: "Tour Cotopaxi. Salida 8am". Preguntamos si quedaba lugar en el tour y que tan dificultoso era con respecto al sendero del Quilotoa, porque personalmente considero que fue una caminata fuerte.
Si bien las explicaciones que nos dieron no fueron del todo claras (en términos de dificultad), estaba dispuesta a intentarlo. Seguramente quedaba adrenalina en mi de los días anteriores. Así que nos teníamos que levantar super temprano, y desayunar para estar a las 8hs arrancando el tour.
Un paseo cerca del cielo
Nuestro guía de montaña se llamaba Diego, un ecuatoriano de la capital. Nos fue contando historias del Cotopaxi y sus erupciones, que es la avenida de los volcanes y porque está en Ecuador, su importancia para Ecuador, así como los riesgos (en 15 minutos podría borrar del mapa a la ciudad de Latacunga entera o la mitad de Quito, la capital), y muchas cosas más.




La subida fue totalmente diferente a la de Quilotoa. A mayor altura, pero por un sendero con más curvas, que hace que lo empinado se suavice.
Ascendimos por una hora o más para llegar desde el estacionamiento hasta el refugio, a 4.890mts de altura sobre el nivel del mar.
Si bien cuesta respirar por la altura, es un lugar donde puedes llenar los pulmones de aire limpio. Hace frío y mucho viento, pero es soportable. Fuimos temprano. Comenzamos a ascender antes de las 12hs, eso permitió tener las mejores vistas, porque en la tarde se cubre de nubes.



De tarde salimos para Quito. Fuimos a la terminal y tomamos el primer bus que salía para allá. El boleto salió USD 4,30 entre las dos.
Quito
En tres horas habíamos llegado a la capital. Estaba entrada la noche. Anduvimos como media hora desde que entramos a la ciudad yhasta que llegamos a la terminal sur.
Al bajar del bus conocimos a una pareja de polacos, que viajaban con nosotras en el mismo bus y decidimos compartir taxi. Ellos iban lejos y nuestro hostel quedaba de camino.
Nos quedamos en el barrio de La Mariscal, cerca de la Plaza Foch, en el Color House Petit.
Dejamos nuestras mochilas y salimos a buscar donde cenar. Nos dimos cuenta que estábamos en la mitad de la zona rosa de Quito, lleno de bares, pubs, cervecerías y boliches.
Mucha gente en las calles. Algunos vestidos para salir a bailar, otros vestidos de oficina. El ánimo era de diversión.
Tenía planes para Quito. Mientras organizábamos el viaje, leí una noticia en el diario El Comercio que proponía un recorrido por varias de las cervecerías artesanales de la ciudad. Me pareció super interesante. Quito, al igual que Montevideo, están abriendo paso al hábito de consumir cerveza artesanal. Mi generación, está saliendo con amigos a consumir artesanales. Esto era algo que pasaba solo en Europa hasta hace pocos años, pero gracias a la globalización y un puñado de emprendedores, cada vez más tenemos la suerte de consumir productos de muy buena calidad.
En la Plaza Foch hay varias cervecerías. Esa primera noche en la ciudad, nos tomamos unas cervezas artesanales de Camino del Sol. Ese fue el inicio de un pub crawl que duró toda nuestra estadía en Quito, porque teníamos claro que podíamos ahorrar en muchas cosas, pero la cerveza no estaba en esa lista jeje
Probar la bebida y comida local, es otra forma de conocer nuevos destinos.

A la mañana siguiente, bajo lluvia, salimos a recorrer el casco histórico de Quito. Me habían hablado mucho de él, por ser el mejor conservado de toda América.
Vaya si tenían razón. Es un lugar super colorido, con techos y balcones coloniales. Pasamos frente a varias casas que tenían sus puertas abiertas de par en par, y por dentro parecían de otra época, una época colonial.
Caminamos sin ningún plan las calles de la ciudad vieja. Nos sentamos en las plazas, tomamos un aperitivo en la calle La Ronda y decidimos ir a visitar la Basílica del Voto Nacional. Nos habían dicho que era posible subir al campanario y tener las mejores vistas de Quito desde ahí.
Lo verificamos.

Queríamos subir al teleférico, pero con el clima como estaba, no íbamos a tener una buena vista, porque estaba nublado.
Era nuestro último día en Quito, por lo que de tarde decidimos ir de compras a los mercados de artesanías.
Ahí, por casualidad, nos cruzamos con María Luz, la chica argentina que conocimos en Baños. Quedamos para salir a cenar y tomar unas cervezas a la noche. Fue muy divertido. Había partido clásico esa noche y todos los bares estaban llenos. Terminamos haciendo pub crawl por Beerfest, Quito Pub Beer y Cherusker.
Consumir cerveza artesanal, en cualquier parte del mundo, suele ser algo no tan barato. Algunos lo vemos como un placer y nos damos un gusto de vez en cuando. Una pinta (1/2 litro) en los bares de Plaza Foch puede salir entre USD 3,7 y USD 4, dependiendo del lugar. Puedes cenar por USD 18, algo para picar entre 2 o 3 personas.
A la mañana siguiente, nos despedimos de Quito y de Ecuador. De camino al aeropuerto, el Cotopaxi volvió a sorprendernos. Una mañana despejada, nos regaló una de las vistas más lindas de todo el viaje.

Casi se cumplen dos semanas que regresé de Ecuador. He mirado mis fotos unas mil veces. Por momentos me vienen recuerdos de música que escuché allá, de imágenes que vi, de las conversaciones que tuve, del viento en la cara cuando iba en bici hacia el Pailón. Ecuador es un destino que te sorprende, que te atrapa. Ecuador está "bacán". Tips
- El bus de Puerto López a Jipijapa sale USD 2 por persona. Salen cada 1 hora hasta las 19hs de la empresa Jipijapa y Manglar alto.
- El hostel Great Hostel Backpackers Los Pinos, es super recomendable. Super limpio, con un área común enorme y muy buenas iniciativas. Algunos días de la semana el hostel te invita con la cena. Te anotas en una lista y cenas gratis!
- A la Casa del Árbol se puede subir caminando también, por un sendero que te lleva al Mirador de Bellavista y luego caminas por la carretera. Son como dos horas de subida o más. Bastante empinado (nosotras bajamos por él y por el estado del camino es más dificil bajar que subir). - El tour de un día por el Cotopaxi sale USD 40 por persona. Incluye comida típica y equipo en caso de no tener campera adecuada, o gorro o guantes.
Comments