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Colombia, el riesgo es que quieras quedarte (Parte 2)

gigorlu

Actualizado: 18 abr 2019

Bogotá: La rebeldía de sus calles Llegué a Bogotá por la tarde. Estuve un rato fuera del aeropuerto viendo opciones para llegar al centro, conversando con la gente en la parada de buses y con algunos guardias de tránsito. Primero pensé en tomarme una buseta (mini buses) por 600 COP que me dejaba por la Calle 19, pero lo descarté porque no había conseguido mapa de la ciudad y cargaba con mi mochila bastante llena.

Me decidí por el Transmilenio, el sistema de transporte masivo de la capital que funciona como un metro pero sobre la superficie (similar al que funciona en Lima) y que tiene paradas pre-establecidas en distintas "Estaciones".

 

Transmilenio

Compré una tarjeta de transmilenio por 3.000 COP y le cargué un viaje por 2.000 COP más. Así después de una hora y de combinar dos buses llegué a la Estación Las Aguas, que paradógicamente queda sobre la Calle 19.  Desde ahí me dirigí a puro instinto hacia la Plazoleta Chorro de Quebedo, donde estaba el hostel que había reservado, Casa Bellavista. Me llevó rato llegar, pregunté bastante y terminé llegando con la caída del sol.



La entrada a la Plaza del Chorro de Quevedo.

Mi primer encuentro con el mapa de La Candelaria, no fue el más fructífero. Hacía pila que no me costaba tanto entender la lógica de una ciudad, el entramado de calles. Mi conclusión fue que no había lógica. Muchas veces pasa que las ciudades crecen sin ningún tipo de planificación y eso se refleja en los mapas. Decidí simplemente perderme. Jugué el juego de doblar siempre a la derecha, sin importar a dónde me llevara. Me olvidé por un rato del mapa y la ruta de lugares a visitar que había planeado. Solo caminé.




Los colores de la ciudad son muy lindos, entre como se ven las casas coloniales y los graffitis hacen que quieras caminar bien lento, porque a cada paso hay algo que seguro te llamará la atención. Puedo decir, sin mentir, que los graffitis lograron dejarme con la boca abierta. Hay muchos, muy distintos, tanto que internamente tuve que clasificarlos.  Encontré de dos tipo: graffiti=arte y graffiti=garabato.  Los garabatos son todo graffiti que no es arte, al menos para mi. Que son una inscripción de inmortalidad hecha por alguien para recordarse (el famoso "Yo estuve aquí). Una palabra, una palabrota, un nombre. Los garabatos no trascienden en el tiempo. Son vandalismo.

Los graffitis son arte, son los que dan personalidad a una calle, un barrio además de transmitir un mensaje. Coloridos o no, cargados de simbología o con mensajes expresos, son como un grito de protesta. Al menos así los veo yo, y me gusta.





En Montevideo, la ciudad donde vivo, los graffitis son una forma de expresión que vive y lucha sobre todo en los muros de nuestra Ciudad Vieja. La inexistencia de normativa y las campañas de vecinos que luchan contra el vandalismo hacen que los graffitis continúen siendo aún hoy una rama artística incipiente. 



En Bogotá existe controversia al respecto, porque si bien hay muchos, existen grupos que están en desacuerdo. Eso me dió ganas de hacer el Bogotá Graffiti Tour para descubrir un poco más como es que se ha dado esta éxplosión de graffitis, de que se busca transmitir en cada uno de ellos, de si es una moda o tiene raíces más profundas como marca de la ciudad....



Almorcé arepas y para las 14hs estuve en el Parque de los Periodístas, desde donde parte el tour. Dura aprox. 2,30 hs. y es interesante desde que comienza hasta que termina. Cada graffiti intenta transmitir un mensaje distinto, relacionado a la actualidad de Bogotá, a los problemas de la ciudad, a las tradiciones. Eso lleva a que en un tour de graffities no solo se hable de graffitis, sino también de la situación político, económica y social de la ciudad y el país.


¿Por qué los graffitis? Porque Bogotá es una ciudad nacida a la falda de varios cerros que le dan sombra, donde conviven unos 12 millones de personas, eso la transforma en una ciudad con cielo nublado y lluvias intermitentes la mayor parte del tiempo, con una gran polución. Muchos dicen que si no fuera por sus graffitis, sería una ciudad gris. No puedo validar las razones de quienes lo dicen, pero como viajera si puedo decir que los graffitis le ponen color a la ciudad, haciendo de ella una ciudad donde se dicen cosas. Una ciudad rebelde.


Lo rebelde de la ciudad no solo lo vi en las paredes. Su gente también contagia rebeldía, una actitud protestante, por momentos rockera, que no duda en luchar por el cambio. Lo vi en muchos jóvenes con los que me crucé caminando en la Candelaria.



Fue genial la movida que me encontré todas las noches que estuve en Bogotá, en la Plaza del Chorro de Quevedo. Un punto de encuentro muy especial. Los jóvenes, y no tan jóvenes, se juntan desde la tardecita a escuchar música (siempre hay alguna banda que presenta su show improvisado para el público presente), o a tocar la guitarra con tus amigos. Por ahí te encuentras desde artesanos que están haciendo caravanas y collares para vender al día siguiente, hasta viajeros como yo que se mezclan entre la gente y terminan tomando alguna que otra cerveza con ellos.  La Plaza del Chorro de Quevedo me dejó, además de buenas charlas, algunos nuevos nombres de bandas de rock colombiano para mi selección. Desde siempre he escuchado los clásicos de Aterciopelados (la voz de Andrea Echeverri es inconfundible) y en los últimos tiempos he escuchado algo de Bomba Estéreo con esa fusión muy buena entre cumbia y hip-hop.  Mis nuevas adquisiciones fueron Superlitio, 1280 Almas y The Mills. Tres bandas bien distintas.



Muchos dicen que el rock colombiano sobrevive gracias a la nevera (así le dicen a Bogotá los rol@s) y quizás tengan razón, porque recién empecé a escucharlo cuando llegué a Medellín. El norte es tierra de ballenato y reggateon.

Más allá de La Candelaria Cuando sales del centro histórico y por ejemplo caminas por la Avenida Jimenez hacia el Parque de la 93, una de las zonas trendy de la ciudad, se percibe un cambio. Cambio en la geografía (aparecen las torres de oficinas), en el tránsito (porque atrás quedan las calles peatonales de La Candelaria) y en el ritmo de la gente, todos apurados para aprovechar al máximo su hora de almuerzo o hacer los trámites que tiene pendiente.



Ese día caminé desde la Calle 7 hasta la 93, ida y vuelta a lo largo y ancho de la Avenida Jimenez (Carrera 7), una de las principales arterias de la ciudad. En el recorrido pasé por barrios con distintos estilos arquitectónicos, muchos centros comerciales (que no son el mismo concepto de mall que manejamos nosotros - existe más cantidad de centros pero con menos cantidad de tiendas), plazas y parques.  También existen muchas universidades que se concentran en ésta parte de la ciudad, lo que justifica en mi opinión la cantidad de cines y lugares de comida al paso que existen en la zona. Si bien es cierto que en ésta parte de la ciudad conviven las oficinas, con las casas residenciales, la oferta, sobre todo de comida, es muy amplia. Realmente me llamó la atención como una puesto de pizza está al lado de uno de kehab, al lado de otro de pollo frito y así por cuadras y cuadras.



Llegar al Parque de la 93 me decepcionó un poco, quizás porque estaba cansada de caminar o porque es una zona que se disfruta más por la noche, pero como zona trendy de la ciudad me esperaba más. El parque es lindo, sobre todo si vas con niños, porque hay juegos y mucho espacio verde, pero los puestitos están todos cerrados durante el día. La opción es mirar las vidrieras de marcas importantes y pegar la vuelta.  En mi caso, después de mi caminata y de comer los sandwiches que me había preparado para el almuerzo, me decidí a invertir en una cerveza bien fría de la Bogotá Beer Company. Ésta vez probé la Honey.


Es la primera vez que dejo el recorrido histórico para el final. Mi descencuentro con el mapa del centro histórico me hizo tomarme mi tiempo. Ahora, ya con un panorama claro de la no-lógica de las calles del barrio me propuse descubrir la historia de Bogotá, y el Cerro Montserrat. Existe una gran variedad de museso para visitar. Les recomiendo los dos que más me gustaron, el Museo del Oro y el de Botero.

Ambos en casonas coloniales, conectados internamente, son muy interesantes, y el recorrido está muy bien planeado. 



Ese mismo día subí al Cerro Montserrat en teleférico. La vista me dejó sin aliento.


Vista desde el Cerro Montserrat

Desde la Paz que no veía una ciudad tan grande, que llega hasta donde te alcanza la vista y más. Desde lo alto parece una alfombra tejida en blanco con toques de marrón ladrillo.





Otro de los días que estuve en Bogotá me escapé del centro. Necesitaba un poco de verde y daban tiempo soleado, por lo que era un buen momento para tirarme al sol. Con otros dos viajeros del hostel que se prendieron mi recorrido nos fuimos en el Transmilenio rumbo al Jardín Botánico y el Parque Simón Bolívar.




Tanto el Jardín Botánico como el Parque Simón Bolivar son super disfrutables en un día soleado. 


El denomimador común esa mañana fueron los niños, tanto el Jardín como el Parque me encontré con muchos niños y niñas que estaban vestidos de uniforme de sus escuelas. El día invitaba a remontar comentas y los colegios lo sabían jeje.


El Parque es gratuito, mientras que para entrar al Jardín debe pagarse una entrada simbólica de 2.000 COP. En éstos meses están refaccionando los invernaderos del Jardín, por lo que próximamente se va a poder disfrutar de todo el predio completo.




La verdad me quedé con ganas de más Bogotá. No hay mejor excusa para volver que las ganas no? Piques: - A los habitantes de Bogotá se les dice rolos y rolas. - El Bogotá Graffiti Tour sale a eso de las 14hs de la Parque de los Periodistas.    http://bogotagraffiti.com/

- Si vas a probar comida típica, como la "bandeja paisa" por ejemplo, asegurate de tener con quien compartirla porque realmente es un plato enorme y super sabroso. Pide para llevar lo que no te puedas terminar, no hay problema con eso en Bogotá. - No dejes de tomarte una cerveza artesanal en la Bogotá Beer Company. Les recomiendo la de miel (honey ale beer). - Para subir al Cerro Montserrat te tomas el funicular si vas antes del mediodía o el teleférico si vas por la tarde. El costo del boleto ida/vuelta es 18.000 COP (a agosto 2016). - En los supermercados Éxito hay comedores que venden comida al peso. Sale más barato que un restaurante. Puedes comer por 10.000 COP.

- Si sales de noche, no olvides llevar un abrigo, porque por algo a Bogotá a llaman: "La Nevera".    

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Hola! Soy Luján
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Una uruguaya, de profesión eterna estudiante, que eligió del viajar un estilo de vida.

Hace un tiempo me vinieron ganas de contar en un blog sobre mis experiencias, las sensaciones, la música y la gente que he conocido. También tomo fotos, que les iré compartiendo.

Los invito a mochilear conmigo.

 

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