"El riesgo es que quieras quedarte", dice el slogan país de Colombia. Te juro que es así. Nunca mejor dicho. Así me lo confirmaba mi amiga Nati, la primera vez que hablé de mi idea ir para allá este año.
Después de muchas indecisiones: ir acompañada? ir sola? Cuando logré terminar de asumir el riesgo, me decidí.
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Volvería a viajar sola con mi mochila después de tres años, lo que removió cosas en mí. No eran los miedos de hace tres años, sino nuevos. Recordaría como hacerlo? Me sentiría cómoda con mi soledad en este momento de mi vida? Me decidí. Así empecé a buscar información para armar mi ruta.
Así fue que descubrí lo diversa que es Colombia. En un solo país tienes lugares, regiones enteras, totalmente diferentes desde el clima, la geografía, los recursos y su gente. Algo así como un puzzle donde cada pieza única y fundamental encaja perfectamente. En el norte, la costa Caribeña con un abanico de playas, parques tropicales que guardan historias de culturas indígenas, ciudades que marcaron los principios de la colonización y hasta picos nevados. Al oeste, la costa del Pacífico con siete parques naturales que tienen más biodiversidad de la que podemos imaginar. El centro y sur,esconde al eje cafetero, el "triángulo de Oro" (las principales ciudades del país desde un punto de vista político-económico) y los mejores parques nacionales según dicen. El este, es para los aventureros con espíritu explorador, porque es territorio del Amazonas.
Una de las conclusiones a las que llegué cuando dí por terminada mi investigación de Colombia es que es un país para conocer despacio, sin prisa. Definitivamente éste viaje será el primero de varios.
Saqué muchas conclusiones, pero la más importante creo que fue: que me iba a encantar. Entre los cuentos de mis amigos que ya habían ido, y todo la info que encontré, mis expectativas se dispararon.
La ruta que me armé fue: Cartagena - Playa Blanca - Barranquilla - Santa Marta - Parque Tayrona - Medellín - Bogotá.
Un almanaque de jugos para los costeños: Cartagena
Llegué a Cartagena entrada la tarde, después de viajar casi todo el día. A medida que me acercaba a destino iba guardando buzos en mi morral, porque salí de Montevideo con una temperatura de 10 ºC y mucho viento, pero llegué allá con 27 ºC post lluvias tropicales.
El aeropuerto está dentro de la ciudad, va no de la Cartagena de las revistas, sino en Crespo, otro de los barrios de la ciudad. A unos 15 min del centro histórico. Como no era tan tarde, decidí tomarme un bus hasta el centro histórico donde está la mayor cantidad de hostels. Estuve esperando algún bus que llegara hasta el Monumento a la India Catalina (donde comienza la ciudad amurallada), pero no pasaban. Pregunté a una Sra. que estaba vendiendo jugos cerca de la parada del bus, si era usual que demoráran tanto. La respuesta fue: "Ah, no mi reina. Hoy es día de fiesta aquí. Las busetas pueden demorar una hora o más".
El tono de su voz fue la mejor bienvenida a Colombia. Le tomé el gusto a como hablan viendo las novelas colombianas de la tarde que miraba mi abuela, después de llegar de la escuela, mientras merendaba. A quien no le suenan novelas como Betty la Fea o Café con Aroma de Mujer??? Que lindo que hablan. Unen las palabras con mucha sonoridad, sin dejar espacio casi entre una y otra. Mi sensación fue que son "formales" al hablar. Se llaman de "usted" o "su merced" entre ellos y con nosotros. Pero a la vez son amistosos y alegres cuando hablan, hasta cuando pelean. Quizás sea el color de Centroamérica del que todos hablan.
Le agradecí y me decidí a tomar un taxi.
De las pocas cosas que no he logrado acostumbrarme al viajar, es al regateo. Me cuesta muchísimo. En Uruguay no es usual regatear. No es parte de nuestra idiosincrasia. Sabía que decidir tomar un taxi, implicaba regatear el precio. En Colombia, es costumbre regatear todo. Si, todo. Mi amiga Nati me dijo: "no pagues más de COP 8.000 una carrera de taxi en Cartagena". Será que me condicioné, pero ese fue el mejor precio que pude negociar o tan solo no sea buena regateando. El taxista se llamaba Andrés. Conversamos todo el trayecto. Recorrimos parte de la rambla (malecón). Me llamó la atención el tráfico, todos manejaban rápido y las motos iban de un lado a otro metiéndose entre los autos. En la playa había poca gente. Para entrar al centro histórico hay que ingresar a la ciudad amurallada. Antes de entrar, en una de las esquinas de la muralla estaba repleto de niños remontando cometas. Resulta que agosto es el mes de la cometa, por eso es costumbre que en todos lados haya niños remontado una y es un paisaje común el ver restos de cometas rotas colgadas de alguna columna o en algún árbol.
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He ahí mi primera impresión de Cartagena. Diversa, colorida, con espacios verdes que hace oídos sordos al ruido del tráfico. Me instalé y salí a recorrer la ciudad de noche. No fue caminar unas calles para que otra cosa llamara mi atención. En cada esquina había puestos de frutas. En unos vendían frutas naturales cortadas en gajos y hacían jugos también. En otros solo jugo. No me aguanté la curiosidad y saqué conversación a uno de los vendedores. Como puede ser que funcionen tantos puestos de fruta juntos? Por qué uno por cuadra? Cual es el jugo más rico? La explicación fue clara. "No todos los puestos ofrecen las mismas frutas..... La idea es ofrecer variedad, porque en Colombia hay más de treinta tipos de frutas diferentes de las que se puede hacer jugo. Si su merced me pide el más rico, eso lo va a tener que descubrir Usted. Pruebe uno de lulo. Es bien típico nuestros." Me fuí de ahí con mi jugo de lulo y sin preguntar su nombre.
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Nunca había probado algo igual. Mi amiga Nati me lo había recomendado, pero no creí que pudiera ser tan delicioso. Dulce, pero refrescante a la vez. Básicamente, lo que necesitaba para terminar mi día. Las palabras del "frutero", así lo bautice, quedaron en mi cabeza. De hecho me acompañaron todos los días que estuve en Cartagena. Me concentré en tratar de reconocer frutas en los distintos puestos que me encontraba. Mi sensación fue que no pasaba de reconocer dos o tres tipos de fruta. El resto estaban para ser conocidas. Algunas tenían aspecto agradable y otras no tanto, pero me animé bastante a la degustación. En un mismo día probé jugo de guanábana, de carambola, de piña, de maracuyá y de lulo. Si, 5 jugos. Un poco para calmar el calor y un poco por lo viciosa. No me iban a dar los días para probar todos los jugos. De las cosas que más disfruté fue sentarme a tomar un jugo mientras veía la gente pasar. Extrañaba eso del viajar, hacía pila no lo hacía. Si me piden que defina a la Cartagena histórica en una palabra, les diría que no puedo. Necesito mínimo dos: color acogedor. La ciudad amurallada es colorida desde sus fachadas y balcones, pasando por sus plazas, el vestir de su gente, la forma en que se saludan unos a otros. Es un lugar acogedor. Lo colonial siempre me ha generado esa sensación, de lo sencillo y colorido. Un lugar para quedarse.
Pero Cartagena es más que ciudad amurallada. Es una ciudad enorme. Fuera de las murallas, tienes muchos lugares para visitar. Lo más cercano, tan solo cruzando la Puerta del Reloj, está Getsemaní. Otro de los barrios más conocidos, famoso por sus graffitis (al menos para mi), ideal para descubrir perdiéndose en sus calles.
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Getsemaní es una zona donde convive los edificios coloniales con los modernos, un punto medio entre la ciudad amurallada y Bocagrande, otra parte de Cartagena donde se concentran los edificios modernos y el ritmo de una ciudad que nunca duerme. En Bocagrande se concentran los estratos socio-económicos altos.
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Algo que había escuchado de lejos y que estando en Colombia confirmé al conversar con varios colombianos, tanto de la costa, como de la capital, es como ellos naturalmente asumen pertenecer a un estrato social. En Colombia la sociedad se divide por estratos del 1 al 6. Todo comenzó con la forma en que se clasificaban los inmuebles, a efectos de cobrar las tributos domiciliarios y poco a poco, con el tiempo, esa clasificación se transformó en una estratificación social. En mi opinión, hablar de estratos es hablar de la institucionalización de diferencias sociales, ya que los colombianos sienten pertenecer o no a uno, con las condicionantes que esto trae. "Si pertenezco al estrato 2 no voy a poder pagar una buena universidad, porque esas están reservadas para los de estrato 5 o 6, que pueden pagarla. Ahí está la mejor educación" me contaba Paula, una de las colombianas que trabajaba en el hostel en que me quedé en Cartagena. Al paraíso se puede llegar en moto: Playa Blanca
Otra de las recomendaciones de mis amigas, fue que me escapara unos días a Playa Blanca. Es una playa que está a unas horas de Cartagena, en Barú, una península al sur de Cartagena que se la conoce como isla porque está separada por un dique de lo que es tierra firme. Tienes dos formas de llegar allá: por barco o por tierra. O desde los ojos de un viajero, una forma cara y otra barata-aventurera. Desde luego fui por la segunda opción. Me levanté temprano, a eso de las 6.30 am para estar a las 7am en la rotonda del monumento a la India Catalina y tomarme una buseta (así le llaman a los ómnibus públicos) que me llevaría a Pasacaballos, un pueblo a una hora del centro histórico de Cartagena. La experiencia fue liberadora. Pude padecer como como conducen los costeños y observar el trajín de los laburantes un lunes por la mañana. El camino hasta Pasacaballos te muestra otra cara de Cartagena, la de los "estratos bajos", la que quizás nunca han pisado Bocagrande. Por la ventanilla del bus vi indigencia, muchos perros sin dueño, mucha suciedad en las calles, mercados de frutas y verduras, gente tomando mototaxis para llegar a su trabajo. La rutina de un pueblo por la mañana. Una vez que el conductor me avisó que era el destino, Pasacaballos, me bajé y muchos mototaxis y taxistas se me abalanzaron a ofrecerme transporte a Barú. Lo padecí más porque era la única no colombiana en el bus y la única que se bajó en destino. Otra vez a regatear. Le seguí la corriente a uno de los mototaxistas que me inspiró confianza. Era un colombiano grande, robusto, serio y tenía una moto Honda como la que tenía mi papá cuando yo era niña. En su mano tenía dos cascos. - "La llevo por COP 10.000" * "No, pero eso es caro. No me haces un descuento? Soy de Uruguay. No tengo mucha plata. Bajamelo a COP 6.000" Arreglamos en COP 8.000. Me dijo que no me bajaba más porque había llovido y el camino estaba en muy mal estado. Las motos tenían que ir por otro camino más largo. Acepté. No quise el casco. Se que debería haberlo usado, pero asumí el riesgo de sentir el viento en la cara sin que nada pasara. Debe hacer más de 20 años que no andaba en moto. Desde que acompañaba a mi mamá en su moto a la escuela rural donde trabajaba. Anduvimos más de media hora. Pasamos por caminos horribles, hasta que tomamos la carretera y embalamos en el puente de Pasacaballos (hasta el 2012 o 2013 había que cruzar el dique en balsa, hasta que construyeron este puente). La entrada a la Playa no es la mas linda, sobretodo porque había llovido y los posos en la calle de acceso parecían piscinas olímpicas. Llegar a la playa es una carrera de obstáculos. Lo primero que ves es un lugar muy familiar para los colombianos: el Parqueadero, es decir el estacionamiento de autos, buses y motos que llegan a Playa Blanca. Muchos colombianos que viven en Cartagena u otras ciudades cercanas van a pasar el día a Playa Blanca y dejan parqueado su vehículo ahí. El segundo obstáculo son los puestos de comida y agua que están hasta el borde de una escalera de piedra improvisada por la que se baja a la Playa, no sin antes pasar por una pasarela de puestos de ropa que intentan tapar la laguna que corre paralela a la playa. Básicamente porque no es una de las cosas que los haga sentir más orgullosos. Es un espacio de agua estancada y contaminada donde ya nada crece. A esa altura todavía no se ve el mar. Tenes que seguir caminando, atravesar los bares de la playa y como sin avisar llegas .... al Paraíso. Mar de agua transparente, entre celeste y verde con una arena blanca que se cala entre los dedos de los pies.
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La playa está divida en dos. Un lado, el superpoblado donde llegan todos los botes desde Cartagena con gente que va a pasar el día a la isla y el otro lado, el bohemio, donde están los mochileros que fueron por dos días y hace más de un mes que están ahí ayudando en los hostales a cambio de techo y comida.
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Decidí quedarme en las hamacas de Hugo. Un costeño muy simpático que siempre tiene tema de conversación. Hablamos de lo que era Playa Blanca, lo que es hoy y lo que él piensa que será en unos años.
Una visión emprendedora y bohemia del Paraíso.
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Podría decir que los días que pasé en Playa Blanca pude confirmar dos famosas recetas de eso que algunos llaman felicidad: 1 - Recostarte en una hamaca con un libro en mano y después de un rato dejar que te gane el sueño mientras escuchas el ir y venir de las olas, a unos metros de vos. 2 - Despertarte junto con el sol a eso de las 5.30 de la mañana, decidir salir a caminar por la playa desierta y en arrebato darte un chapuzón para comprobar que el agua está tibia. Me gustaría volver en unos años para reencontrarme con Hugo y ver si sus predicciones se cumplieron. Ojalá en esos días la laguna ya no sea algo que esconder. La tierra del olvido: Santa Marta, Parque Tayrona, Palomino Poco antes de irme de viaje, me reencontré con una de las canciones que más me gustaba de Carlos Vives, un cantautor colombiano nacido en Santa Marta que cuando era niña escuchaba mucho. "La tierra del olvido". Saben de qué canción les hablo? Puse la televisión de fondo mientras buscaba información para el viaje, y como quien no quiere la cosa reconocí la canción. El videoclip era totalmente nuevo para mi y me llamó la atención porque mostraba distintas partes de Colombia. Me obsesioné. Con mi compañero de oficina la escuchábamos, religiosamente, al menos una vez por día. Podría afirmar que Carlos Vives colaboró mucho para potenciar mis expectativas en esos días.
Ese día estaba buscando info del Parque Tayrona, el escenario desde donde canta Carlos Vives. Es un parque que está a unos 30kms de Santa Marta y es conocido por sus playas. Decidí visitar Santa Marta como excusa para ir a Tayrona. No sin antes pasar por Barranquilla, con la opción abierta de quedarme un tiempo, si me gustaba. Según mi abuela, la primera impresión lo es todo, es lo más importante, porque de ella depende que hayan segundas charlas, encuentros, visitas, oportunidades. Siempre se lo discutí, porque si bien es importante estoy convencida que no podemos limitarnos a que la intuición para leer al otro nos haga olvidar que lo que mostramos de nosotros mismos en un primer encuentro es una décima parte de lo que verdaderamente somos. Más allá de la discusión filosófica, traigo a mi abuela al relato porque con Barranquilla me dejé llevar por mi primera impresión y me hago cargo. Es una ciudad que vive de su puerto, con mucho edificio uno al lado del otro, propia de un ritmo de ciudad grande donde toda la gente va apurada y tocando bocina. En esos días estaban en la mitad de la construcción de un nuevo puente que habilita otra vía de circulación para los camiones que vienen y que van desde y hacia el puerto. Decidí quedarme unas horas, almorcé arepas y seguí camino. Elegí Santa Marta como base porque .... no sé por qué. Podría haberme quedado en Taganga, que solía ser un pueblo de pescadores, pero actualmente es un barrio más de Santa Marta, al que puedes llegar en buseta en 10 o 15 minutos desde la Carrera 5. Está lleno de viajeros de todas partes del mundo. Algunos dicen que es un pueblo demasiado turístico. Pasé una tarde allí y me gustó. Disfruté mucho de la puesta de sol. Si lo pienso ahora, creo que la elegí por haraganería porque el bus desde Barranquilla llegaba a la terminal de buses de Santa Marta que está alejada del centro.
Santa Marta, el centro histórico, me decepcionó un poco. Siendo la ciudad más antigua de Colombia y luego de conocer Cartagena me esperaba más color de ella. No me malentiendan, es una ciudad linda con construcciones coloniales clásicas, blancas. Lo que si tiene color es su vida nocturna. Tuve la oportunidad de ir a una fiesta en un hostel donde se mezclaban los viajeros con los locales.
Ahí también sonó la "Tierra del Olvido".
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Al Parque Tayrona llegué en bus público por COP 5.000. Caminé hasta la calle 11 donde está el Parqueadero de buses, pasando el mercado. Ahí tomé un bus que pasa por una de las entradas del parque (la más concurrida - el Zaíno) y sigue camino hasta Riohacha pasando por otros pueblos con playa. En una hora llegamos a la entrada del parque. Estaba repleto de gente. Era sábado. Tanto viajeros, como turistas y colombianos estaban presentes allí para disfrutar del sol. Previo al ingreso debes mirar un video introductorio explicativo, donde se dejan claras las reglas de convivencia y cuidado de la naturaleza. Luego del ingreso puedes caminar unos 30 o 45 min hasta el comienzo de los senderos o tomarte una buseta por COP 3.000 que te lleva hasta allí en 15 min. Es importante tener presente que todo mundo se esfuerza por llegar antes del mediodía para conseguir hospedaje. Llegué temprano, por lo que me tomé mi tiempo. Desde el comienzo del sendero hasta la zona de alojamientos hay unos 45 min a 1 hora caminando. El trayecto es fácil. Se ha acondicionado mucho para que todo mundo pueda acceder. Vi señoras, mayores de 70 y con bastón recorriendo las pasarelas de madera. Personalmente iba preparada para interactuar con mucha más naturaleza salvaje en Tayrona. Estaba dispuesta a desafiarme físicamente al caminar por en los montes colombianos, donde para avanzar debes ir apartando malezas. Las expectativas me jugaron una mala pasada. Sentí que no hubo desafío físico, pero no podría decir lo mismo del desafío de los sentidos. Ir caminando y que de la nada asome una playa desierta, con agua azul y olas enormes, mientras a tu alrededor solo hay vegetación es un verdadero desafío a tus sentidos. Asimilable a lo que pueden haber sentido los primeros que estuvieron allí. De esas situaciones que te dejan sin palabras o mejor dicho, las palabras sobran.
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Me quedé en el camping de Arrecifes (COP 15.000 las hamacas). La gente de recepción del camping me cayó muy bien. Nos pusimos a conversar sobre mi idea del calendario de frutas colombianas.
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Mientras estuve en el parque: recorrí todas las playas que pude (aunque siempre terminaba en "La Piscina"), dormí en hamacas, seguí probando nuevos jugos, leí y conocí gente muy interesante. Realmente se disfruta la paz que reina en Tayrona.
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Intenté llegar hasta las ruinas de Pueblito, pero lo pronunciado de la subida me venció y con una derrota en mi bolsillo di media vuelta y regresé a la playa. Pasé el fin de semana en el parque. A mi salida, conocí unos chicas colombianos y un chico español que estaban de vacaciones en Colombia. En realidad una de las chicas le estaba mostrando su país a su novio. Muy divertidos. En eso que esperábamos el bus de regreso a Santa Marta surgió la idea de continuar camino en vez de regresar y visitar algunas playas que ninguno conocíamos.
Las chicas hablaron de Palomino donde te puedes tirar en gomones por un río para terminar en su desembocadura en el mar. Que sabía del lugar.... que era un pueblo a unas dos horas de Santa Marta y es donde el río Palomino se junta con el mar. Nada más. Igualmente fue más que suficiente para unirme a ellos. He ahí una de las principales ventajas de no tener planes, de dejarse llevar, de viajar.
Estando allá nos separamos porque ellos se fueron a tirar en gomón y yo, por obvias razones (no sé nadar), me fui a recorrer la playa. Mi objetivo llegar hasta la desembocadura del río.
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Consulté en los bares de la playa a que hora salían los últimos buses a Santa Marta y me quedé el resto de día.
Un lugar perdido en el mapa, eso es Palomino. Tiene algo de mi lugar favorito en Uruguay, Valizas. Ya les contaré.
Tips:
* Hay dos empresas de guías que hacen Free Walking Tours por la ciudad amurallada de Cartagena. Una que sale desde la torre del reloj a las 10.30, que algunos días no se presentan y por ende te perdes el tour y otra que sale de la Plaza Santa Teresa todos los días de mañana y de tarde a las 10hs.
* Siempre hay un parqueadero cerca en Colombia. Todas las indicaciones que un colombiano pueda darte son tomando como punto de referencia un parqueadero).
* Los jugos en la calle salen COP 2.000 (a agosto 2016).
* No dejes de probar los fritos: patacones, patacones con queso costeño, arepas, empanadas.
* Estadía en Playa Blanca: hamacas desde COP 10.000. Comer y tomar es caro. Llevate provisiones. Sobre todo agua.
* Las busetas en Colombia se pagan al bajar o hay un ayudante del conductor que recolectará el dinero.
* El supermercado de economía en Colombia, es el supermercado Éxito. Encuentras desde comestibles hasta ropa.
* La música que más les gusta a los costeños es el ballenato.
* Si alguien te saluda, devuelvele el saludo. Se amable.
* En el Parque Tayrona lleva bolsas extra para tus residuos. Tira tus desechos en los depósitos de basura.
* Lleva abrigo para las noches en Tayrona y Playa Blanca. Tampoco mucho, pero si algo de media estación para cubrirte.
* En Colombia las dos cervezas que dominan el mercado son Águila y Club Colombia.
* Regatea siempre, no pierdes nada con intentar un descuento.
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