Volví de mi viaje de mochilera en noviembre 2013. Un mes después ya me había reunido con amigos uruguayos, que coseché durante el viaje, y la idea de viajar de nuevo y hacerlo juntos se dió naturalmente.
El plan era organizarnos durante el 2014 para viajar en 2015. La gran pregunta era ¿a dónde?
Recuerdo que cuando estaba de viaje hice una lista con cosas que me gustaría hacer y lugares que me gustaría visitar antes de morir, todo con su respectivo fundamento por supuesto. Algo así como un "check list" de vida.
Cuando salió la idea de definir el destino, recurrí a mi lista y encontré que mientras viajaba pude tildar como "hecho" varias cosas y lugares. Entre los pendientes estaba: conocer el vecindario. Entendiendo por tal a los países vecinos de Uruguay. ¿Por qué? Porque desde siempre he escuchado: (i) de la importancia de las raíces indígenas en la cultura; (ii) que la cultura uruguaya no tiene nada que ver, es muy diferente, a la de los paises del Altiplano y el Caribe (los principales rasgos de nuestra cultura nacen en la mixtura generada por la inmigración europea); (iii) de la belleza de los paisajes de Colombia, Brasil o Perú.
Entonces, se los propuse.
Hechando un ojo a las millas de viajero que generé durante el viaje de 2013, me daba justo para proponer a los chicos ir y volver a Perú.
Después de mucha charla salió la idea de conocer Perú y Bolivia. Lo que más nos tentó fue visitar Machu Picchu en Perú y el Salar de Uyuni en Bolivia. Una ruta lógica.
Hoy pienso: que buena decisión incluir Bolivia. Tenía tan pocas expectativas. Sabía tan poco. Nada de lo que vi en la web al planear el viaje refleja del todo lo impactó en mí.
Cruzamos la frontera Perú-Bolivia, con Rosi y Hugo, desde Puno con el objetivo de llegar a Copacabana. Cruzamos en bus. Un bus que casi nos deja en el cruce de fronteras a 8kms de Copacabana, pero esa es otra historia.
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Estando ya en Copacabana, decidimos recorrer el pueblo.
Copacabana es un pueblito muy chico a los pies del Lago Titicaca. Cuando estabamos llegando le encontré un parecido a la bahía de Tonsai en la isla Koh Phi Phi en Tailandia, por la cantidad de lanchas. Era lógico, el pueblo es el medio para llegar a la Isla del Sol, por lo que esas lanchas son una de las principales fuentes de ingreso de los habitantes del pueblo.
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Ese día subimos al Cerro Calvario, el que se ve a la derecha en la foto anterior. El camino está bien marcado por un vía crucis y la subida no es dificultosa. Siempre y cuando el mal de altura no les haya afectado mucho.
Desde ahí están las mejores vistas de la ciudad y unas perspectivas espectaculares del Lago Titicaca.
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Al día siguiente salimos para la Isla del Sol. Preguntamos como llegar y los horarios el día anterior. Todas las salidas de mañana salen a las 8.30 tanto a la parte sur, como norte de la isla. Decidimos ir a la parte sur de la isla y recorrerla hasta llegar a la parte norte, para tomar la última lancha desde ahí, que sale a las 16. El trayecto de ida duró una hora y media más o menos.
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La verdad es que quedé maravillada. Pasamos por el pueblito y arrancamos la caminata. Paramos cada dos minutos a apreciar las vistas y respirar el aire puro que hay ahí. El sol pega de tal manera que el azul del lago contrasta con el verde-amarronado de la isla y el celeste del cielo. Nos tocó un día despejado por suerte. Aprovechamos para improvizar un picnic al sol son las pocas cosas que habíamos llevado.
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El pueblito está en la parte sur de la isla, que poco a poco está adaptándose al turismo. Se están haciendo muchas construcciones nuevas, hospedajes para todo bolsillo.
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Mientras almorzábamos se nos acercó Esmeralda, una niña que andaba pastoreando una alpaca, su amigo Albino. Estuvimos conversando un rato con ella. Nos contó de su vida y nosotros de la nuestra. Que había ido a La Paz dos veces con su escuela, que justo al día siguiente era el día de la madre y en el festejo se hacía en la escuela con una fiesta donde todos llevaban algo para compartir.
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Cuanto más lugares recorro, más confirmo que la espontaneidad y frescura de los niños no es algo cultural. Donde vayas, los niños te van a sorprender.
Luego seguimos viaje a La Paz. Nos fuimos en bus. Unas 3 horas de viaje. El camino te regala unas hermosas vistas. Es un camino sinuoso, entre cerros y lagos. Un plus para mi fue nuestro conductor, un aficionado a la velocidad. Buena música, más ventanilla abierta, más postales y velocidad, igual a un gran viaje.
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Antes de llegar a La Paz, el bus atravesó El Alto. Hoy una ciudad con casi 1 millón de habitantes, que nació como un barrio periférico de la capital. Algunos dicen que aún continúa siendo parte de La Paz. Es la zona donde está el aeropuerto de La Paz.
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No fue sino entrar a la ciudad para que me viera a mi misma recorriendo un lugar que ya había conocido. No era idéntico a ningún lado, sino más bien una mixtura. Una mixtura entre Hanoi, la capital de Vietnam, Kathmandu, la capital de Nepal y una ciudad uruguaya ubicada en la frontera con Brasil, que se llama Chuy. Casas a medio terminar, sin veredas, con calles improvizadas, sin azfalto, inundadas de ferias donde se vende de todo. Esa fue mi primera impresión de La Paz.
Cinco días en la ciudad cambiaron mi percepción.
No es una ciudad fea en absoluto, es una ciudad diferente. Una ciudad que refleja muy bien la realidad de un país vecino.
Me propuse un ejercicio, ¿como describir la Paz? La Paz es colorida, con subidas cortas pero duras, es caótica pero con mucho movimiento. Es una ciudad de grandes diferencias sociales (barrio San Jorge vs. la zona de la terminal de buses), de gente tosca muy hábil para el comercio. Territorio de cholitas.
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Abstraerme a pensar cuanto sé de la realidad boliviana, de cuanto nos dejan saber los medios de comunicación, de si es la Paz un reflejo de esa realidad, fue otro de los ejercicios que me propuse.
Desde siempre, como estudiante, he leído que la economía boliviana es una de las más pobres de continente, que las diferencias sociales son enormes, que la informalidad es la moneda común, que hay atraso en cuanto a acceso a servicios básicos y problemas en la educación. Sin embargo, muchas veces cuando estás sumido en una realidad, te autoconvences de que los que te rodean están en una situación similar. No ocurre así con La Paz, respecto de capitales como Buenos Aires, Lima o la misma Montevideo. Es una ciudad que parece ambientada en otra década, otro siglo. Donde convive la pobreza con la idiosincrasia y la riqueza.
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Salar de Uyuni
El siguiente destino fue el pueblo de Uyuni.
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Viajamos en bus toda la noche y llegamos a Uyuni con las primeras luces. Esperamos un rato y empezamos a buscar agencia para hacer el tour por el famoso el Salar de Uyuni. El desierto de sal más grande del mundo.
Visitamos varias agencias, regateamos y por consenso terminamos contratando el tour de 3 días con Red Planet. Encontramos buenas referencias en la web cuando planificábamos los puntos fuertes del viaje. No es la más barata, pero el servicio es bueno. Pudimos negociar y bajar un poco el precio. El recorrido incluye el salar y el Parque Nacional Eduardo Avaroa.
En eso que estamos viendo nuestras opciones veo venir a un chico chileno que había conocido en al cruzar la frontera en Copacabana, lo que fue una casualidad muy linda. De esas que te hacen acordar porque los viajeros son viajeros.
Hacía bastante tiempo que algo no me dajaba de "boca abierta". Los paisajes del Parque Nacional Eduardo Avaroa lo hicieron. El salar de Uyuni es hermoso, pero el Parque con su contraste de colores, las montañas, las lagunas, el desierto, lo supera en mi opinión.
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Fuimos en junio, que no es época de lluvias, por lo que las famosas fotos espejadas no iban a estar entre nuestros recuerdos. Sin embargo, los hexágonos de sal estaban tan bien definidos que aquello parecía un puzzle blanco sin fin. Es una perspectiva diferente.
Todavía sigo pensando porque me impactaron tanto los paisajes del altiplano.
Creo, que no es solo su belleza, sino que también está el hecho de que en el medio donde vivo hay ausencia de ella. Son paisajes raros para quien creció en un lugar como Uruguay, totalmente plano (penillanura le llaman), con un clima menos templado, mucho verde.
Mi punto es, que estamos más predispuestos a sorprendernos con cosas que nos son totalmente ajenas. Quisiera saber que opina un boliviano si viaja al Sur de Chile y luego a Montevideo. ¿Le sorprenderá más nuestra rambla o las playas de Rocha que los paisajes volcánicos de Chile?. Y si fuera un cubano? Nuestra rambla montevideana tiene un no sé que de su malecón habanero. Sin embargo, un volcán es algo que no tienen en Cuba (al menos en tierra, dicen que ahí son submarinos).
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Regresé de este viaje con ideas encontradas, pero una opinión formada respecto de todo lo que he leído como estudiante.
Datos útiles:
* Para visitar la Isla del Sol, hacer el trayecto inverso que nosotros. Ir a la parte norte de la isla y atraversarla hasta el sur. Así quedas más holgado de tiempo para recorrer, porque los caminos para atravesar la isla no están marcados, por lo que se pierde tiempo tomando decisiones.
* Si pueden, acampen en la Isla del Sol. El cielo estrellado de noche debe ser algo único. Esto me quedó pendiente a mi.
* En mayo/junio no hay lluvias en el Salar de Uyuni, por lo que no es posible sacar fotos espejadas. Solo queda recurrir a la creatividad.
* Prueben un almuerzo típico: salteñas acompañadas de una Paceña. Son unas empanadas típicas de carne. Muy baratas. La Paceña es una de las cervezas típicas de Bolivia, una cerveza rubia y liviana.
* En La Paz, zona de la Avenida Illampú, cerca del Mercado de las Brujas y de la Plaza Mayor, no hay supermercados como los conocemos. Es zona de ferias. Allí se compran cosas como jamón y queso, pan, papel higiénico. Solo encontramos minimarkets donde puedes comprar papas pringles, galletitas, refrescos, etc. Si encontramos supermercados en barrios más residenciales.
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