Estilo carioca: un comienzo de año diferente
Cuanto más se acercan las fiestas y la víspera de año nuevo, empiezo a hacer balances. No lo puedo evitar. Quizás sea un defecto profesional eso de los balances o quizás solo excusas para encontrarme con otro viaje.
A mediados de setiembre del año pasado me puse a revisar mi libreta de apuntes de viaje y me reencontré con mi "check list" de cosas por hacer mientras haya tiempo.
"Vivir el año nuevo como fiesta", escribí.
Llevo 32 años nuevos vividos. La mayoría de ellos en familia, en casa. Recuerdo solo unos pocos. Los diferentes. Subirme por primera vez a un avión y que por ser año nuevo las azafatas nos sirvieran mini botellitas de espumante. Conocer a alguien importante y decidir arrancar el año juntos en una playa, riéndonos hasta que casi saliera el sol. No son muchos.
Este año quería un año nuevo diferente. Uno que recordara. Diferente. Un arranque de 2017 "pum para arriba".
Así salió la idea de conocer Río de Janeiro en año nuevo con un grupo de amigas que se colgaron con la propuesta. El objetivo: vivir la fiesta carioca de la Reveillon y de paso tomar sol.
El 30 de diciembre salimos de Montevideo con un clima de lluvia y viento para llegar al aeropuerto Galeao, con sol radiante y un calor aplastante. Tomamos el "frescao", un bus azul que pasa justo enfrente a la puerta de arribos y que tiene un recorrido amplio desde el aeropuerto, pasando por Copacabana e Ipanema, para terminar en Alvorada. En 45 minutos estábamos en la Avenida Atlántica, recorriendo la famosa rambla/beira mar de Copacabana.
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Cuando compramos los boletos de avión en setiembre, también reservamos un apartamento que salió super en cuenta, a dos cuadras de la playa de Copacabana, a medio camino de Ipanema.
Fue dejar mi mochila, ponerme el traje de baño para salir para la playa.
De pronto el sol se fue, las nubes avanzaron, el calor se volvió más aplastante aún porque la mínima brisa que había paró y ... llovió. Mucha gente en la playa. tanta que apenas había huecos en la arena para tirar mi pareo. La lluvia no les afectó.
Decidimos quedarnos tomando unas cervezas y esperando que pare de llover para salir a caminar.
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En la casa de mis padres, cuando era pequeña, se miraba mucha televisión y eso que solo teníamos televisión abierta que llegaba a nuestra ciudad. Eran dos canales de televisión. Uno de ellos cubría su grilla con programas informativos y telenovelas.
La cuestión es que mis expectativas de Río estaban atadas a la realidad aumentada de las telenovelas. La rambla de Copacabana no es como la recordaba de las novelas. En mis recuerdos de novela, la playa era menos poblada, había menos gente (y la que había hacía deportes) y todo era más colorido.
Como evitarlo? Con Nueva York me pasó lo mismo, pero mis primeras impresiones fueron distintas. Confirmaron la realidad aumentada que me mostraban las películas.
Tuvo que parar la lluvia, para que el viento de Río me viniera a enseñar los colores que yo esperaba.
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Caminando llegamos al Fuerte de Copacabana, una base militar que tiene unas vistas espectaculares de Copacabana y es abierto al púbico. Está bien en el límite entre Copacabana e Ipanema.
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Con las primeros focos encendidos seguimos recorriendo la rambla y nos topamos con el Parque Garota de Ipanema, que es un proyecto urbano para sumar espacios verdes a la ciudad. Solo por curiosidad entramos a recorrer y atravesándolo llegamos a la famosa piedra de Arpoador, la que separa la playa del Arpoador e Ipanema.
Había mucha gente mirando el atardecer, tomando fotos. La gente empezaba a irse de la playa de Ipanema.
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De pronto las luces de la favela Vidigal se encendieron. Pareciera que un árbol de navidad se encendió a eso de las 8 de la noche. El ritmo cambió totalmente. Empezó a correr una brisa refrescante, reparadora para todo el calor que habíamos pasado.
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Al día siguiente llegaba la otra parte del grupo. Básicamente nos recuperamos del jet lag (mentira, era la excusa perfecta para dormir hasta tarde) y fuimos en busca de las viajeras. Caminamos unas tres cuadras por calles perpendiculares a Av. Atlántica. Las calles estaban cortadas para la fiesta de la Reveillon y el tránsito estaba desviado. Mucha gente por las calles, mucha gente en autos. Mucho tráfico.
A solo tres cuadras de la playa el paisaje cambió totalmente.
Mientras caminaba, por una avenida por la que habíamos pasado en el bus desde el aeropuerto el día anterior, me topé con una favela de la que no me había percatado existencia el día anterior. Ese tipo de cambio en el paisaje es al que me refiero.
Es sorprendente la forma en que aprovechan el espacio y como construyen sobre los morros. Poco a poco le van ganando a lo empinada que sea la ladera, hasta llegar a la cima.
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Después de almorzar, ya todo el grupo junto, salimos a recorrer la Av. Atlántica que ya se estaba preparando para Reveillon. Solo peatones. Escenario pronto para el show de la noche.
A eso de las 19hs no había tanta gente. Muchos no estaban de blanco, por más que mis amigos que ya habían vivido la Reveillon me habían dicho que era una premisa. Todos iban a estar de blanco.
A las 22hs el panorama era otro. La gente de blanco bajaba en ordas por las calles perpendiculares a la Av. Atlántica, los que llegaron mas temprano iban y venían por la avenida. En el escenario ya estaba sonando funky brasilero "ao vivo".
Los puestos ambulantes de cerveza, caipirinha, cachorro quenchi, lingüica abundan. Vendedores de tiaras con flores blancas y de colores. Vendedores de recuerdos. Vendedores de todo tipo de cosas.
En la playa, ya no había sombrillas.... había familias, grupo de amigos, mucha gente con el picnic armado para esperar otro de los clásicos del año nuevo carioca, la frutilla de la Reveillon: los fuegos artificiales.
Desde la orilla se veían los cruceros dispuestos para asistir a los fuegos también. Muchas fiestas privadas exclusivas se hacen en esos cruceros y el resto de las fiestas están en tierra firme. Los reflectores y luces de los penthouse de los edificios se hicieron ver desde temprano también.
El momento de la cuenta regresiva para los fuegos artificiales fue genial. La cuenta regresiva para el año nuevo se corea en toda la playa (el reloj está en el escenario principal) hasta que un bombardeo de fuegos artificiales estalla y no para. Son más de diez minutos de luces de todos colores que te deja con la boca abierta. Mientras las familias se saludan, los novios se besan, los amigos brindan.
Cuando terminan los fuegos, una nube de pólvora lo inunda todo, pero la brisa del mar la va corriendo. La brisa lo corre todo, excepto la gente que se queda en la playa y en la avenida brindando. El escenario sigue con música como hasta las 2 am.
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En muchos de los chiringuitos sobre la playa, que hasta las 19hs estaban vendiendo "cerveija" e "isca de peixe", se visten de gala para sus fiestas privadas en la playa también.
Nosotras también íbamos a una fiesta privada, la del Bar New Mazarium. El ticket lo compramos on-line en noviembre. New Mazarium es un boliche para ir a bailar en Copacabana, que como muchos otros hacen una fiesta especial en fecha de Reveillon. El precio del ticket nos pareció muy en cuenta para tener comida y bebida incluida toda la noche. De hecho hablamos por teléfono con uno de los organizadores que nos cayó muy bien también. Nos generamos grandes expectativas.
Creo que éramos las únicas no cariocas en la fiesta, por lo que podemos decir que vivimos una verdadera fiesta carioca. Gente común, trabajadora, en familia, en pareja, jóvenes, más viejos, novios, novias, novios y novias. La diversidad es la palabra que describe la movida de la noche.
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Las caipirinhas fueron las más ricas que he probado en los últimos tiempos, excepto por que la fila para llegar a que te sirvieran una era de unos 15 a 20 minutos.
La gran decepción vino con la comida. No habíamos cenado por aquello de nuestras expectativas altas y ..... por suerte existen en Río los "lanchonetes", que son puestos que venden pizza por porción, sandwiches y bebidas.
Terminamos comprando algo para cenar ahí y disfrutándolo como locas.
Después de reírnos mucho de la situación y haber tomado unas cuantas cervezas en la playa, decidimos volver a la fiesta, porque no queríamos irnos con esa idea de la noche carioca y nos divertimos.
El disfrute, muchas veces, depende de la actitud positiva con que te lo tomes.
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El 1o. de enero de 2017 amanecimos tarde y nos fuimos para la playa de Ipanema. Me desperté con la pregunta de si el primer día del año en Río se viviría igual que en Montevideo. Es decir, si por una vez al año la ciudad sería una ciudad fantasma porque todos los locales estarían cerrados, la gente caminara sin apuros, emigrando a la casa de sus padres, hermanos, amigos para compartir de almuerzo las sobras de la noche anterior.
Respondí a mi pregunta: cada cultura tiene sus propias costumbres y vive de forma distinta sus propias rutinas.
Río estaba tan despierta como todos los días. Muchos locales abiertos atendiendo al público normalmente, los supermercados abiertos, la playa repleta, los vendedores ambulantes "trillando" la playa de extremo a extremo. Todo igual al día anterior.
Lo que si pude notar es que había mucho más cariocas que los días anteriores. Cada uno en familia, con su heladerita llena de cervezas, espumante, refrescos y sandwiches. Dispuestos a pasar el día completo en la playa.
El agua estaba picada, pero con un color espectacular. Una combinación perfecta de colores.
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Estuve rato observando a los vendedores. Hay tantos que sus voces se acoplan generando un ruido que no se entiende por el barullo del mar.
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Los hay de muchas cosas. De cerveza, de agua, de refrescos, de empanadas, de queso coalho (sob bastones de queso tipo coalho calentado a las brasas ahí mismo. Una verdadera exquisitez), de biscoitos Globo (unas galletitas de maíz aireado deliciosas).
Los más curiosos son los vendedores de trajes de baño. Son muy pintorescos. Tienen cientos de conjuntos colgados de una sombrilla.
Son verdaderos luchadores, sacrificados. Está bien, sacan una buena recaudación, porque los precios no son los mas baratos, pero si lo veo desde mi lugar es un trabajo que no cualquiera podría hacerlo.
Ir y venir todo el día, con un calor aplastante y bajo el sol sin filtros, caminando sobre la arena caliente (realmente a las 13hs el caminar por la arena de Ipanema fue un sacrificio, al menos para mi), sin poder dejar de gritar - porque si no saben que estás ahí no te compran - no es algo que todos tengamos la capacidad de hacer.
De tardecita decidimos explorar el barrio de Ipanema. La avenida que enmarca la playa, la avenida Veira Souto, estaba cerrada para peatones, por lo que fuimos dueñas de la calle carioca por un rato junto con otras miles de personas.
En el recorrido por Ipanema me encontré un paisaje muy distinto al de Copacabana, parecido a nuestro barrio de Punta Carretas en Montevideo. Muchos árboles, casas de diseño, cafés y lugares para tomar jugos con onda, pero con muchos más graffitis que en Punta Carretas, lo que le da un toque diferente.
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El último día en Río lo dedicamos a visitar los iconos turísticos. Visitar, sin pausa pero sin prisa, los lugares que todas las guías recomiendan. Nos propusimos recorrer, pero disfrutando.
Así fue que caminamos hasta la Plaza de Lido para encontrar transporte al Cristo Corcovado. Habíamos comprado las entradas on-line, gracias a la recomendación de Marcelo, quien nos alquiló el apto, así nos asegurábamos el lugar y no hacer colas.
Ahí conocimos a Eduardo, un taxista 10 puntos. Después de buscar opciones para ir en bus o camioneta, consultamos precio de taxi hasta el Cristo y negociamos con Eduardo. A todas nos dio la misma impresión, un taxista serio y respetuoso que no expresaba demasiado sus sentimientos, pero en quien se podía confiar.
Conversando en el camino, decidimos que hacer el tour con él. Qué Eduardo nos mostrara los lugares que para él valieran la pena en Río, porque es sabido que algunas de las atracciones tan promocionadas, no son otra cosa que mucho ruido y pocas nueces.
Conocimos:
1. Cristo, el Corcovado
Si hay monumento que identifique a Río de Janeiro, ese es el Cristo. Una estatua que se ve desde lejos, algo así como un faro religioso en la tierra para los cariocas en lo mas alto del Parque Nacional de la Tijuca.
Desde allí hay grandes vistas de Copacabana, Ipanema, Leblón por un lado, y por otro, la bahía de Guanabara atravesada por el puente Presidente Costa, que une Río con Niteroi.
Para llegar se toma el tren del Corcovado, con una frecuencia de 10 minutos. Al llegar se deben caminar unas cuantas escaleras, o se puede hacer uso del ascensor. Recomiendo totalmente las escaleras, porque te regalan vistas de la ciudad desde varias perspectivas.
La cantidad de turistas y viajeros que había allí arriba era demencial. Un ejemplo de "hormiguero" pero con personas. Lo más curioso de la situación fue ver colchonetas instaladas en el piso del lugar para que quien quiera/pueda vaya allí, se tienda en el piso, y tome las típicas fotos del Corcovado a sus espaldas. Serían unas 10 colchonetas en todo el predio. Todas ocupadas por personas que se tendían allí sin importar que corrían el riesgo de que se le cayeran encima, le pisaran la cabeza o se tropezaran con ella.
Para mi, las verdaderas fotos, las que valen la pena son las que te regalan las vistas desde el morro. Son 360 grados de mar, espacio verdades y construcciones.
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2. Escaleras de Selarón
Un lugar que cobró vida después de la muerte de su creador. Un lugar que cuando llegamos y nos fuimos estuvo lleno de viajeros. Un lugar muy concurrido desde luego. Todos ellos solo se sacaban fotos en las escaleras. Me encontré mirando detalles de los azulejos con muy pocos. Los viajeros curiosos nos encontramos muchas veces mirando lo mismo. Hay muchos detalles incrustados, desde azulejos comunes, pasando por los curiosos, para llegar a los graciosos. Se me venían dudas a la cabeza como: habría lógica para la disposición de esos azulejos? Que tenía que ver un escudo de un equipo de fútbol con Lady Di?
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3. Barrio de Lapa
Hicimos un recorrido de reconocimiento por el barrio que es el centro histórico y de negocios de Río. Un barrio que durante el día ésta zona es un lugar muy activo, donde la gente va y viene sin parar trabajando en oficinas, haciendo trámites, etc. Allí están gran parte de los edificios históricos de la ciudad, por ejemplo los Arcos de Lapa, la Biblioteca Nacional, Museo de Artes, el teatro Municipal, etc. Lugares que por supuesto un 2 de enero no estaban abiertos. Sin embargo, es un barrio con doble personalidad, porque de noche se transforma. Desde los Arcos de Lapa y por unas 3 cuadras por la Avenida Mem de Sá abren una cantidad enorme de barcitos y lugares para ir a bailar muy lindos. Los hay para todos los gustos.
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4. Sambódromo
El único lugar que hizo emocionar a Eduardo. Nos bajamos del taxi y comenzó a contarnos como es que funciona el concurso, donde se sientan los jurados, donde se sientan los famosos, donde arengan las comparsas. Él desfiló dos veces ya y es algo que lo emociona. Que lo identifica como carioca.
5. Estadio Maracaná
Como uruguayas, una visita obligada, aunque solo por afuera porque está cerrado por reformas.
6. Santa Teresa
Lo que supo ser una favela para convertirse en un barrio cool. Un lugar muy pintoresco, realmente colorido, con muchos graffitis y barcitos donde tomar una cerveza para refrescarse.
Un lugar realmente lindo, para sentarse a tomar una cerveza y ver la gente pasar. Aunque es bastante turístico, tiene un ritmo lindo, para bajar revolciones.
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7. Pan de Azúcar
Acá nos despedimos de Eduardo. Mirando la larga fila para comprar entradas, que el sol no despejaba la vista y que ya estábamos cansadas, decidimos no hacer el intento. Nos compramos unos helados palito de coco y unas cervezas y nos fuimos para la Playa Vermelha, que está a pasitos del ingreso al Pan de Azúcar. Es una playa tranquila entre dos morros, con una arena rojiza y no tan fina como en Copacabana o Ipanema. Un lindo lugar para tomar un descanso.
Fue nuestro último día en Río. A la noche nos fuimos a cenar a Lapa. Estuvimos en varios bares, comimos rabas, empanadas, miniaturas de pescado y cuando estábamos repletas salimos a buscar lugar para bailar. Estuvimos en bares con musica en vivo, donde una banda local hizo covers de clásicos del rock y blues en inglés desde Bill Withers hasta Pearl Jam. Después pasamos a otro con música en vivo también pero con reggae, para terminar bailando en la calle canciones de la movida argentina.
¿Que puedo decirles de Río de Janeiro?
Me quedé con ganas de más. Fue poco el tiempo para descubrir el ritmo de Río en estado natural, lo cual es lógico por en Reveillon todo se altera. Fue una visita para hechar un vistazo y generar excusas para volver.
Piques:
- Precio Frescao desde el aeropuerto Galeao hasta Copacabana: R$ 16.
- Si visitas Río en solitario te conviene un hostel o couchsurfing para hospedarte, pero si van en grupo de 4 o más les conviene alquilar un apartamento. Airbnb tiene buenas opciones a precios razonables. Nosotros reservamos en setiembre 2016 y gastamos USD 50 por persona por noche, en un apto a dos cuadras de la playa de Copacabana y 5 cuadras del Arpoador.
- Si vas temprano a la fiesta de la Av. Atlántica, es recomendable llevar una heladerita con tus propias reserva de bebida. Igualmente hay muchos puestos ambulantes que venden, pero a precio más caro.
-Importante! Si tu idea es escuhar música en Río Escenario, tenés que llegar temprano, porque después de las 23.30 es imposible llegar hasta la zona del escenario por la cantidad de gente. No cabe un alfiler!
- Precio entrada fiesta New Mazarium: R$ 220. Unos USD 70. Buena música pero largas colas para la bebida y la comida fue una gran decepción con respecto al folleto que circulaba en Facebook.
- Precio entrada Cristo el Corcovado: USD 22. Compramos on-line en http://www.tremdocorcovado.rio/
- Desde la Plaza de Lido salen camionetas pero para entradas compradas con el trayecto de ida incluido. NO venden solo viaje en camioneta hasta el Cristo. Las otras opciones de llegar son en bus de línea o en taxi. Nosotras fuimos en taxi y no salió R$ 20 desde la Plaza de Lido hasta la entrada del Tren do Corcovado.
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